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PRIMER RELATO

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CHARLANDO CON LA MUERTE El periodista —uno del cual todo el mundo se mofaba, debo decir— no paraba de interrogar a su visita —un sombrío personaje— quien había golpeado las puertas de su casa pasada la medianoche para solicitarle una entrevista. Ante la impresión que le causo tan enigmática figura, le hizo pasar, le invitó a sentarse en la sala y comenzó a lanzarle todo tipo de preguntas antes de darle siquiera tiempo a que se sentara en el sofá —¡no podía esperar!—. La Muerte había golpeado a su puerta y él se imaginó a sí mismo recibiendo un premio ante la exclusiva —ni los colegas ni lectores del periódico para el cual trabajaba volverían a burlarse de él. La conversación que se pudo rescatar fue la siguiente —el final de ella, en realidad: —Y, dígame, ¿cuál es su verdadero nombre? —Muerte. —No, no, en serio. El que le pusieron sus padres. ¿Tiene padres, verdad? ¿Todavía viven?… —El único nombre que tengo es ese —le contestó sin esperar a que terminara la pregunta—. D